EL CAFÉ DEL DESENGAÑO, EL “TÓXPIRO DE DAZA” Y EL CAFÉ DE LOS BASILIOS.

La calle del Desengaño, donde estuvo el Café de su mismo nombre, hubo un tiempo en que se llamó calle de San Basilio por el convento que desde el siglo XVII allí se ubicaba. En la época de Fernando VII los frailes que en él vivían decidieron, vaya usted a saber por qué, degollar al guardián que les ayudaba; su pena fue abandonar el convento y desde 1835 quedó su iglesia a merced de otras actividades consecutivas: cuartel de artillería, teatro Lope de Vega, un molino de chocolate y la Bolsa de Comercio. En el año 1850 es derribado todo el complejo y sobre su solar se procedió a la construcción de casas particulares.

Foto: Flickr.Nicolas1056
Aspecto de la calle del Desengaño durante los derribos para la construcción de la Gran Vía.

El café del Desengaño ya existía en 1836 y estuvo situado en el número 15 (antiguo) de esta calle, antes de ser amputado su primer tramo por la construcción del edificio de Telefónica y por las obras de la Gran Vía. Su dueño, Manuel Molina, en 1898 abre una suscripción para “favorecer el invento del compatriota Daza”.

El Tóxpiro. Manuel Daza Gómez (1852-¿), ante la inminente  Guerra Hispano-Estadounidense  de 1898, concibe un proyectil aéreo, cónico, con aletas en sus lados y que lleva explosivos en el interior. Este cohete, al que llamó “Tóxpiro”, duplicaría el alcance de otros, podría construirse en todos los calibres y se dispararía eléctricamente desde un aparato especial a gran distancia del objetivo. El proyecto es presentado al Ministro de la Guerra, general Azcárraga, en junio de 1897, pero al realizar las pruebas de demostración en Murcia los resultados no fueron satisfactorios y el Tóxpiro se abandonó.

Manuel Daza era “un hombre exclusivamente dedicado a la ciencia, a la mecánica; ni conoce ni ha conocido otras ocupaciones ni tiene otros recreos que los que le proporcionan los libros de estudio”. Era miembro honorario de la Academia de Inventores de París, como reconocimiento al haber inventado un aparato electrónico para perforar pozos artesianos.

El café de los Basilios estuvo en la calle del Carbón, número 2 y ya existía en el año 1850. Esta calle del Carbón desapareció con los derribos de la Gran Vía, pero en sustitución y muy cerca de dónde estaba aquella se trazó la que hoy conocemos como la calle de Gonzálo Jiménez de Quesada.

El cronista de Madrid Ángel Fernández de los Ríos (1821-1880), vivió en el número 1 de la calle del Carbón, frente al café de los Basilios. Este café cambió varias veces de dueño, se remodeló por completo en diversas ocasiones, pero siempre mantuvo el mismo nombre. 

Pascual Madoz 1848. Aparecen señaladas la calle del Carbón y el Convento de San Basilio, que en ese momento era la Bolsa.

En mayo de 1893 fue noticia un “lunch” ofrecido en este café a la entonces famosísima cupletista “La Bella Chiquita” (Diana Dunosse) que “cantó cupléts acompañados de movimientos de culebra, lo suficientemente honestos para no alarmar a los mojigatos; pero también lo suficientemente expresivos para provocar el aplauso entusiasta”  según informa la prensa de aquel tiempo, que la describe así: “Era una bailarina antillana, de escultural figura, de cándido rostro e ingenua expresión, que ofrecía en el escenario el original espectáculo de una danza que movió en acción de protesta a la Asociación de Padres de Familia, y que las autoridades se vieron obligadas a prohibir por razones de moralidad y de orden público”.




Fuentes:
“Guía de Madrid”  Ángel Fernández de los Ríos.
Hemeroteca B.N.E.
Hemeroteca ABC
Cartotecadigital.icc.cat

Comentarios

  1. Encantador Blog, del que soy asidua, y del que tienes todo mi agradecimiento por siempre.
    Si me lo permites, quisiera preguntarte, si en la calle del Carbón, este fue el único café que hubo, y si fue, de los primeros en poner música.
    Enhorabuena por este buen trabajo
    J.Z

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  2. El ser muy pequeña la calle del Carbón debió ser éste el único café (al menos no he encontrado otras referencias). En la cercana calle del Desengaño había otros negocios semejantes.
    Uno de los reclamos de los cafés de entonces eran las actuaciones con pequeñas o grandes orquestas, dependiendo del local. Todos tenían música y anunciaban sus conciertos en la prensa.
    Espero haber aclarado un poco tu duda.
    Gracias por seguirme y espero que sigamos disfrutando las dos de este Madrid que fue.
    Un saludo.

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