EL CAFÉ DE EL BRILLANTE DE LA CALLE DE ALCALÁ Y SU LOTERÍA.

Fue la segunda mitad del siglo XIX una época de grandes remodelaciones en Madrid, si nos circunscribimos a la Puerta del Sol y las calles de Alcalá y de Sevilla. Los grandes y lujosos edificios planificados darían paso al ensanche de estas vías, echando abajo casas particulares que dejaron a vecinos y negocios fuera de la zona. Tal fue el caso del Café de El Brillante, que estuvo situado en el número 20 de la antigua calle de Alcalá. 

Fuente: Idehistoricamadrid.org (1874)
Señalado el contorno de la finca donde estuvo el café de El Brillante, de la calle de Alcalá, nº 20.

El café de El Brillante era conocido por sus molletes con manteca, sus tortillas a las finas “yerbas”, sus chocolates y por los tés con aguardiente que preparaba a cualquier hora del día o de la noche, ya que en ocasiones estaba abierto las veinticuatro horas del día. Escritores, toreros, actores, militares, jugadores y sablistas componían una variopinta y numerosa parroquia que podía degustar, hasta fin de abril y a 6 reales la docena, (coincidiendo con los meses que tuvieran “r”) las ostras frescas.

Fotografía: M.R.Giménez (2014)
La calle de Alcalá desde la Puerta del Sol, siempre en obras. El café de El Brillante ocupó el espacio donde luego se levantó el edificio de La Equitativa.

La prensa comenzó a hablar sobre este café en los años sesenta del siglo XIX, porque en él se podían recoger las entradas de los abonos para las corridas de toros y anunciaba sus almuerzos desde 10 reales el cubierto y comidas desde 12 reales en adelante, también permite en sus salones todo “juego lícito”, ajedrez, tresillo, dominó, etc. etc. El juego con apuestas, por aquella época, estaba prohibido bajo pena de cárcel.

Fotografía: Jean Laurent (1870)
Aspecto de la calle de Alcalá desde la Puerta del Sol. Aún existían los edificios sobre los que se construiría La Equitativa.

Lino Sayas era el dueño de El Brillante, hombre que no paraba de inventar pintorescos espectáculos para su negocio con el fin de atraer a más clientela. Al precio de 0,30 ó 0,50 céntimos, por sesión, se veía a El hombre salvaje, un individuo gruñidor que vestía con pieles toscas, cabellos largos y enmarañados, barba igual y mostraba una mirada perdida o a La cabeza parlante, una cabeza sin cuerpo con vida propia que, depositada sobre una mesa cubierta con un paño negro, contestaba las preguntas del público y contaba su histórica supervivencia de tres siglos tras ser amputada del tronco. Pero lo que daría pingües beneficios al café de El Brillante sería su famosa Lotería.

Fotografía: Jean Laurent (1870)
Aspecto de la calle de Alcalá. Frente a la Real Casa de la Aduana, edificio central, estaba el café de El Brillante en esa época.

En los primeros años setenta del siglo XIX el salón interior del café, donde hasta entonces se habían presentado los espectáculos citados, se convirtió en un casino encubierto. El juego clandestino de la lotería de cartones, que funcionaba de 15 a 22 horas y de 2 a 6 horas de la madrugada con entrada libre, se hizo famoso en todo Madrid. 

Se podían comprar todos los cartones que se quisieran, cuyos precios oscilaban entre los 2 y los 12 reales por unidad. Cada uno de ellos tenía seis filas de casillas en blanco, sobre las que el jugador apuntaba los números que el “apostero” gritaba sacando unas bolas de un saco que agitaba. 

Se jugaba al acierto del ambo, del terno, del cuarteto, del quinterno… Ejemplo: 15-30 (ambo), 15-30-45 (terno), 15-30-45-60 (cuarteto) y 15-30-45-60-75 (quinterno). Cada acierto equivalía a ganar el doble de lo apostado para quien primero cantara el acierto y siempre que estuviera en el mismo cartón. Quien consiguiera un pleno (llenar el primero su cartón con la alternancia de ambos, ternos, cuartetos y quintetos) ganaba la mitad del total de las apuestas del juego. La otra mitad quedaba para el café.

Cada tarde y noche acudían al café de El Brillante multitud de jugadores, que solían ver mermado su dinero con demasiada frecuencia, pero no cejaban un ápice en su tenaz empeño de tentar la suerte.

Frecuentes redadas policiales, con más de cien arrestados en cada batida, daban con los detenidos que no podían depositar la requerida fianza de 200 reales en la cárcel del Saladero; mientras, el dueño del café de El Brillante corría a los periódicos de Madrid para dar cumplidas explicaciones, y que éstas salieran publicadas, acerca de que el negocio de la lotería es completamente extraño al café y que aquel era un local independiente del mismo, que nada tenía que ver con él.

Fuente: Bdh.bne.es (1892)
Edificio de La Equitativa recién inaugurado, sin ninguna construcción a su alrededor. El café de El Brillante ya había desaparecido.

La reforma de la nueva Puerta del Sol ya estaba ultimada en el año 1862 y una década más tarde comenzaría a planificarse el ensanche de la calle de Sevilla, derribando también, entre otras, la manzana del café de El Brillante en la calle de Alcalá. El nuevo Palacio de la Equitativa (1891) se pensaba ya sobre las viejas casas de la zona, que debían desaparecer al igual que la travesía de los Peligros, convirtiendo este espacio de Madrid en lo que hoy podemos contemplar. Es así como el ayuntamiento empezó a negociar la expropiación con los propietarios de los edificios a demoler, con el fin de realizar las nuevas edificaciones. El café de El Brillante, objeto de continuos alborotos policiales, sería clausurado por orden de la autoridad judicial en el mes de septiembre de 1881 y su casa demolida, junto con las circundantes para realizar los nuevos edificios. Así, sobre el solar de la casa donde estuvo este café se levantaría la parte trasera del Palacio de la Equitativa.





Fuentes:

Hemeroteca B.N.E.
Bibliotecavirtualmadrid.org
Bne.es
Idehistoricamadrid.org
Mcu.es
Agradecimiento a Pennypol por su colaboración para la realización de esta entrada.


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