CASA PASCUAL, CALLE DE LA LUNA 16.

Los cuatrocientos cincuenta metros de longitud que tiene la calle de la Luna de Madrid, aunque hoy pasen desapercibidos, albergan una abundante historia. Aquí se alzan aún, y de milagro, dos palacios del siglo XVIII: el de los condes de Talara y Torralba (en el número 27) y el de la Infanta Carlota, antes del marqués del Llano (en el número 32). Hasta el año 1969, con menor fortuna porque fue demolido, ahí estuvo también el Palacio de Monistrol o del conde de Sástago (en el número 11, donde hoy se encuentra la denominada, de forma extraoficial, plaza de la Luna). 


Esta calle aún conserva una de las boticas más antiguas de Madrid, allí establecida desde el año 1833, la Farmacia Cardona, y tuvo una de las tiendas más populares y lujosas del barrio, el Molino de chocolates “El Indio”, cuyo mobiliario forma parte de la decoración del Museo del Traje de Madrid.

En medio de todo lo antedicho estuvo la Taberna de Pascual o Casa Pascual, cuna de artistas y cantera de bohemios.

Fotografía: M.R.Giménez (2015)
Con fachada gris y cierres metálicos, lo que fue Casa Pascual es hoy un local abandonado en la calle de la Luna

Pascual Álvarez vino a instalar su taberna en el actual número 16 de la calle de la Luna, (antes nº 14), allá por el primer año del siglo XX. Anunciada en prensa como “Pascual Álvarez, vinos y comidas” durante las primeras décadas, pasó a llamarse “Casa Álvarez” y finalmente “Restaurant Casa Pascual” a partir de los años treinta. 

Un alto escalón daba acceso a la taberna desde la acera de la calle de la Luna. Su interior tenía forma de rectángulo, con dos columnas cuadradas en medio, mesas fijas de mármol y un mostrador con superficie de zinc situado a la izquierda de la entrada, sobre el que se había instalado una gran anaquelería cargada de botellas.

Fuente: B.N.E. (1936)
Mostrador y anaquelería de Casa Pascual.

El local también tenía comedor en el entresuelo, cuya entrada se hacía por el portal del edificio mediante una puerta independiente. Allí se celebraron numerosos banquetes de distintas asociaciones profesionales, homenajes a dramaturgos, como el ofrecido a José Marco Davó y José Alfayate por el éxito obtenido con la obra “Con las manos en la masa o No hay mal que por bien no venga” en 1935, y fundamentalmente los festejados por y para los periodistas de “El País-diario republicano” o “La Libertad”, diarios que a lo largo del tiempo tuvieron su sede e imprenta en la cercana calle de la Madera baja, nº 8. 

Casa Pascual, que en teoría cerraba a las tres de la madrugada aunque mantenía abierto su entresuelo para los asiduos, tenía una parroquia variopinta. Allí se entremezclaban hombres y mujeres de los más diversos oficios para comer sus famosas judías a la bretona, el cocido o un bistec en bocadillo. 

Fuente: B.N.E. (1936)
Parroquianos variopintos comparten mesa en Casa Pascual.

Gente de la gallofa madrileña alternaba en el mostrador con periodistas, serenos, artistas bohemios, trabajadores nocturnos o madrugadores de artes gráficas, estudiantes de la vecina Universidad y con aquellos que recogían las comidas para llevar destinadas a las redacciones de prensa, las oficinas o a los templos donde se rinde culto a Cupido.

Fuente: B.N.E. (1933)
Lista de precios de una taberna económica, que bien pudiera ser Casa Pascual.

Será durante la década de los años treinta del siglo pasado cuando Casa Pascual entre en la historia de los figones del centro de Madrid. 

Como restaurante popular, cuyo fogón podía verse desde fuera de la cocina, comenzó a ser frecuentado además por artistas, autoridades, políticos de todas las ideologías, escritores, diplomáticos y poetas. Por allí pasó el pleno de los miembros de la Generación del 27 y en el mes de marzo de 1935 los periodistas de izquierdas destinados en el Congreso, ofrecieron un banquete al entonces expresidente del Consejo de Ministros Manuel Azaña Díaz y a Santiago Casares Quiroga, que en esos momentos era exministro de la Gobernación.

Fuente: B.N.E. (1935)
Manuel Azaña situado en el centro de la fotografía. 

Por entonces Rogelia, viuda de Pascual, llevaba el negocio junto a su hijo Paco. Habían reformado el local, eliminando el viejo mostrador de zinc y madera para sustituirlo por otro de piedra gris con líneas curvas en su frente. El salón del entresuelo fue convertido en modernos comedores independientes servidos por cuatro camareros. 

La clientela del barrio continuó mezclándose en esta taberna con periodistas como Emilio Carrere (que escribiría: La Casa Pascual es un restaurant nocturno y demócrata) o Pedro de Répide, con poetas como Federico García Lorca, Gerardo Diego, Luis Cernuda, Raúl González Tuñón o con pintores como Maruja Mallo y José Caballero. Precisamente para este último Pablo Neruda escribió, en marzo de 1970 su poema “A José Caballero, desde entonces” en el que recuerda con pesadumbre aquellos amigos y aquel Madrid que se disolvieron en el tiempo, mencionando la famosa taberna de Pascual de la calle de la Luna.



Dejé de ver a tantas gentes,
¿Por qué?
Se disolvieron en el tiempo.
Se fueron haciendo invisibles.
Tantas cosas que ya no veo,
que no me ven. Y ¿por qué?
Aquellos barrios con barricas
y cuerdas y quesos flotantes
en los suburbios del aceite.
Dejé la calle de la Luna
y la taberna de Pascual.
Dejé de ver a Federico.
¿Por qué?
Y Miguel Hernández cayó
como piedra dura en el agua,
en el agua dura.
También Miguel es invisible.
De cuanto amé, qué pocas cosas
me van quedando para ver,
para tocar,
para vivir.
¿Por qué dejé de ver el frío
del mes de enero, como un lobo
que venía de Guadarrama
a lamerme con una lengua,
a cortarme con su cuchillo?
¿Por qué?
¿Por qué no veo a Caballero,
pintor terrestre y celestial,
con una mano en la tristeza
y la otra mano en la luz?
A ese lo veo.
Tal vez más entrado en la tierra,
en el color, en el silencio,
enamorado, anaranjado,
viviendo un sol sobreviviente.
Así es.
A través de él veo la vida
que dejé de ver para nunca.
La dicha que yo no perdí
(porque aprendí después las cosas
luchando).
A través de su tinta ardiente
y de su arcilla delirante,
a través del puro fulgor
que lo delata,
veo lo que amé y no perdí,
y sigo amando:
calles, tierras, dulzura, frío,
la sepulcral Plaza Mayor,
el tiempo con su larga copa.
Y en el suelo una rosa blanca,
ensangrentada.

Pablo Neruda. Isla Negra, marzo de 1970.


En el año 1972 la taberna Casa Pascual cerró sus puertas siendo sustituida por “La Boroña”, un nuevo restaurante asturiano y tan económico como su antecesor. 

Varios y diferentes negocios se instalaron a lo largo del tiempo en este hoy vacío local. En la actualidad su abandonada y sucia fachada no muestra el menor recuerdo del histórico pasado que tuvo años atrás.






Fuentes:

Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España
Hemeroteca del diario ABC.
Prensahistorica.mcu.es
Tabernasantiguasdemadrid.blogspot.com
Es.wikipedia.org
Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.

Comentarios

  1. Enhorabuena Charo por esta interesantísina entrada sobre Casa Pascual. Esta taberna ya existía, al menos desde 1880, a nombre de Esteban Gaspari; en 1894 su propietario era Rosendo Valledor y en 1900, antes de Pascual Álvarez, el tabernero era Ramón Fernández. Un abrazo

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  2. Antonio, eres el auténtico archivo de las tabernas de Madrid. Tus datos son interesantísimos siempre y te doy las gracias por compartirlos.
    Efectivamente la casa en la que estuvo Casa Pascual es muy antigua e imaginaba que antes tuvo que haber algún otro figón en ese local, pero me centré en Pascual Álvarez.
    Esta entrada del blog está dedicada a ti porque me diste la pista para empezar la búsqueda de los datos de esa taberna, que conocí en sus últimas décadas.
    Te estoy muy agradecida.
    Un beso enorme.

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