EL CAFÉ DEL ESPEJO DE LA PLAZA DEL ÁNGEL.

En el antiguo número 1 de la plaza del Ángel (*) de Madrid estuvo situada hasta el año 1849 la conocida como Casa del Consulado, lugar donde el Tribunal de Comercio celebraba sus audiencias. En locales del mismo edificio vinieron a instalarse: la Bolsa de Madrid (1831 - 1832), el Ateneo Científico y Literario (1839 - 1848) y varios cafés a lo largo del tiempo, hasta que el inmueble fue derribado y sustituido por el que actualmente tiene su entrada por la calle de Carretas, número 33.

(*) La plaza o plazuela del Ángel comenzaba, en la época de la que hablamos, en la calle de Carretas. En la actualidad tiene su inicio junto a la calle de la Cruz.

Fotografía: M.R.Giménez (2015)
Maqueta de León Gil de Palacio del año 1830. Señalada con un círculo la Casa del Consulado, al final de la calle de Carretas donde entonces comenzaba la plazuela del Ángel.

Tras el cambio de ubicación de la Bolsa de Madrid, desde la plazuela del Ángel a la calle de Carretas, el local que dejó vacante este mercado de valores se convertiría en el primero de los cafés que con el tiempo abrieron en el edificio que, hasta su demolición, sería conocido como la Casa del Consulado. Fue así como, alrededor del año 1833, vino a inaugurarse allí el Café de la Bolsa, con espléndidos billares en su entresuelo y dos recintos en los que se podrá jugar al chaquete (semejante al backgammon), ajedrez y damas. La zona del café, en la planta baja, ofrecía conciertos con canciones patrióticas antiguas y modernas, de 7 a 10 horas de la noche.

Fotografía: M.R.Giménez (2015)
Maqueta de León Gil de Palacios en la que aparece señalada la fachada principal de la Casa del Consulado, en la plazuela del Ángel.

Tras varios traspasos el Café de la Bolsa abandonaría su local, dando paso así al Café del Espejo, el regenerador de los cafés de Madrid.

En Madrid no hubo cafés decentes hasta que se abrió el Café del Espejo en la plazuela del Ángel, de la mano del industrial catalán Ignacio Balart. Hasta su apertura la decoración de los establecimientos del ramo era incómoda, oscura y algo cochambrosa; las mesas eran de pino coloreado con varias manos de pintura y sus respectivos desconchones, las copas de hojalata, las cucharillas estaban confeccionadas en un metal que se volvía negro y se derretía con el calor del café. Las salas apenas se alumbraban mediante lamparillas que contenían un aceite de incierta procedencia, que despedía un olor pestilente y tiznaba las paredes. 

Inaugurado el día 30 de mayo de 1846, el Café del Espejo cambió radicalmente el concepto de lo que hasta entonces había sido la comodidad en este tipo de locales. 

Fuente: Biblioteca Nacional de España (1846).
Vista del salón gótico del Café del Espejo.

Con un coste superior a los 12.000 duros gastados por su dueño en hermosear sus salones, el del Espejo se convertiría en el ejemplo a seguir por todos los demás cafés. La suntuosidad y el lujo de sus adornos exceden a todo elogio, pudiendo decirse que fue el más suntuoso sin disputa de los infinitos establecimientos de esta clase que hay en Madrid.

Su decoración pasó del papel pintado, de moda en todos los cafés, a la pintura de fondo blanco en paredes y techos, que hacía resaltar unos espléndidos relieves en dorado y azul. Se instalaron espejos de tamaño extraordinario, colocados en magníficos marcos e intercalados entre cuadros de pintores conocidos en su fastuoso salón gótico. Muebles refinados, innovadoras mesas cubiertas en mármol blanco, banquetas y sillas elegantemente tapizadas en tela de damasco azul. Sobre los veladores se instalaron chufetas (pequeños braseros) de latón para encender los cigarros y por vez primera las consumiciones se acompañaban con cubiertos de plata, servidas con esmero por mozos uniformados.

El local tenía un excelente alumbrado de gas y fue el primer café en ofrecer conciertos, de composiciones ligeras y piezas de ópera, en el piano colocado en uno de los ángulos del salón principal. 

Tan sólo dos meses después de la inauguración del ultramoderno Café del Espejo la casa de la plazuela del Ángel comenzó a amenazar ruina, mientras varias obras de remodelación trataban de salvar el enorme gasto realizado en la decoración del negocio. Balart, su dueño, trasladó su establecimiento al Pasaje del Iris entre la calle de Alcalá y la carrera de San Jerónimo, inaugurando así el nuevo Café del Espejo (o del Iris) en el mes de mayo de 1849, justo cuando comenzó la demolición de la vieja Casa del Consulado de la plazuela del Ángel.

Fotografía: M.R.Giménez (2017)
Edificio que actualmente ocupa lo que antaño fue la Casa del Consulado, hoy plaza de Jacinto Benavente. El inmueble tiene su entrada por la calle de Carretas, nº 33.

Este nuevo Café del Espejo o del Iris, situado en el pasaje de la calle de Alcalá, desapareció en el año 1866 dejando paso al majestuoso Café de Madrid.




Fuentes:

Es.wikipedia.org
“Guía de Madrid. Manual del madrileño y del forastero” Ángel Fernández de los Ríos.
Hemeroteca del ABC.
Hemeroteca de la Biblioteca Nacional de España.
Ids.lib.harvard.edu

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